El sentido de la responsabilidad se debilita en situaciones en las que los individuos detectan que a nadie le importa lo que está sucediendo. Esto es, en esencia, lo que establece la Teoría de las ventanas rotas: el resultado de un estudio criminológico desarrollado por el profesor James Q. Wilson (profesor en la Universidad de Harvard) y George L. Kelling (director de evaluación de personal de campo en la Fundación de la Policía) en el que se presentan hipótesis y soluciones para hacer frente al vandalismo.
Continúa leyendo para descubrir qué tiene esto que ver con la seguridad de tu hogar.
El vandalismo y la psicología humana
La teoría criminológica de Wilson y Kelling se basa en parte en el experimento de psicología social puesto en marcha en 1969 por el profesor Philip Zimpardo (expresidente de la American Psychological Associationen y exdocente de las Universidades de Yale, New York y Columbia).
El desarrollo de la prueba consistía en abandonar dos vehículos idénticos y sin matrícula en dos barrios antagónicos de la geografía estadounidense: el Bronx, una zona conflictiva de Nueva York, y en Palo Alto, una próspera ciudad del estado de California. Los resultados que se obtuvieron fueron reveladores.
Como ya se esperaban los investigadores, el coche del Bronx fue atacado por los vándalos a las pocas horas de su estacionamiento. Los primeros atacantes empezaron por llevarse las grandes cosas de valor, luego fueron desapareciendo otros elementos no tan importantes del vehículo y al final del coche solo quedó el chasis: golpes, ventanas hechas añicos, pintadas y, ya por último, los niños jugando sobre los restos como si se tratara de una atracción callejera.
No ocurrió así en Palo Alto, donde el coche permaneció más de una semana sin ser atacado, aunque al final también sucumbió a la ira y el descontrol de los transeúntes más desaprensivos.
Hasta aquí podrían parecer unos resultados bastante ajustados a lo que ya se esperaba, pero el experimento de Zimpardo no acababa aquí. En una segunda fase del estudio, el coche de Palo Alto fue reemplazado por otro igual al que previamente le habían abollado la carrocería y destrozado alguna de las ventanas para que mostrara un aspecto de mayor abandono y descuido.
En este caso y, a pesar de encontrarse estacionado en un barrio de cierta categoría, el vehículo fue atacado en un tiempo récord.
Zimpardo demostraba así que una parte importante del vandalismo no depende solo del contexto social, ni de la pobreza ni de la marginalidad, sino de la sensación de abandono que transmiten determinadas imágenes (como por ejemplo unas ventanas rotas) y del impulso que esto genera en determinados individuos que asumen que se puede continuar con esa destrucción sin que ello tenga consecuencias.
Todo empieza por una ventana rota
La Teoría de las ventanas rotas se desarrolló con posterioridad a estos experimentos, aunque tomando como base sus resultados. Wilson y Kelling realizaron sus propios estudios enfocando la cuestión hacia el ámbito de la criminalidad. ¿Pueden unas ventanas destruidas ser el origen de la violencia irracional? La teoría tiene una opinión firme al respecto: sí rotundo.
¿Cómo llegaron los autores de este estudio a la conclusión de que las ventanas rotas pueden ser el germen del vandalismo? Analizando las condiciones de mantenimiento, limpieza y orden de los barrios en los que existía un mayor índice de criminalidad.
De este modo, la Teoría de las ventanas rotas logró establecer una conexión entre el estado de abandono de determinadas áreas de la ciudad y el hecho de que estas fueran las más propensas a sufrir actos vandálicos.
Un entorno en el que existen síntomas de deterioro es un entorno proclive a que los vecinos actúen de manera irresponsable con los bienes materiales. Farolas, ventanas, parques, marquesinas… Cualquier elemento del mobiliario urbano, cualquier inmueble y, por extensión, cualquier persona, es víctima potencial del descontrol que genera esa sensación de que todo es posible porque a nadie le importa.
Una actitud insolidaria que según esta teoría se da en muchos otros aspectos de la vida cotidiana. Desde el hecho de evadir impuestos hasta dejar la basura por fuera del contenedor o tirar colillas al suelo porque todo el mundo lo hace, este tipo de acciones incívicas demuestran que la normalización de una mala conducta termina siendo asumida no solo como algo habitual, sino como algo necesario.
Transgredir la ley, aunque solo sea por el placer en sí de hacer algo fuera de lugar, puede ser muy tentador, sobre todo cuando existe esa sensación de total impunidad frente a las consecuencias que puedan derivarse de las malas acciones. Pero entonces, ¿habría alguna forma de prevenir el problema utilizando esta misma psicología?
Cambiar las ventanas: una solución tan metafórica como literal
Ha quedado demostrado que, en la mayoría de los casos, endurecer las sanciones o la vigilancia no es una alternativa suficiente para afrontar esta problemática. Por eso, la Teoría de las ventanas rotas afirma que los esfuerzos de esta lucha se deben centrar en la prevención.
Esta propuesta se aplicó por primera vez en el metro de Nueva York en la década de los 80. Durante esta etapa, los índices de criminalidad en el transporte público de la ciudad habían aumentado de manera notable y viajar en metro por la Gran Manzana no era todo lo seguro que se cabría esperar.
Según la teoría de Wilson y Kelling, un ambiente sucio y descuidado incitaba a la violencia por lo que la ciudad tomó una determinación: llevar a cabo una limpieza profunda en todas las estaciones de metro.
Al desaparecer la basura, las papeleras rotas, los carteles descoloridos y los graffitis de las paredes y los vagones, la criminalidad disminuyó y con ello el metro de la ciudad empezó a convertirse en un entorno más agradable y seguro.
También se puede aplicar este sistema a los inmuebles viejos. En este sentido, cambiar las ventanas que presentan un aspecto descuidado y realizar de forma periódica pequeñas tareas de mantenimiento puede ahorrarte muchos problemas.
Unos vidrios rotos o con impactos pueden inducir a pensar que la casa o el local están abandonados, y lo que en principio es solo un desperfecto puntual puede acabar convirtiéndose con el tiempo en un verdadero quebradero de cabeza para los propietarios e incluso devenir en la ruina temprana del inmueble.
Quiero cambiar 4 ventanas, pero no estropear las paredes. ¿Puede ser?
Hola, Ángeles:
Siempre que sea posible, en Alugal instalamos las ventanas sin hacer obra y somos muy cuidadosos. Es cuestión de ver tu caso concreto. ¡Gracias por tu comentario!